La caldera de Lug

Veamos cómo funciona. La comunicación colectiva impone una relación entre emisor y receptor diferente a la que se produce en la comunicación interpersonal.

Muchos mensajes idénticos son descodificados por una audiencia masiva conectada en grupos diversos que los reinterpretan y actúan en consecuencia. De ahí que el receptor de un mensaje preste una mayor atención a las fuentes informativas que más se aproximen a sus planteamientos y busque opiniones que refuercen y confirmen sus ideas.

Son modelos más complejos que introducen aspectos sociológicos, psicológicos, científicos y culturales. En ellos las características y el entorno tanto del comunicador como del receptor adquieren un papel muy relevante. El modelo de Maletzke, reproducido en toda suerte de manuales, integra en el feedback la imagen que del receptor tiene el comunicador y la imagen que del comunicador tiene el receptor.

La interpretación de un mensaje verbal o icónico depende mucho de su originalidad y de su polisemia. Lo sencillo no es necesariamente simple; antes al contrario, un mensaje aparentemente complicado puede resultar de un infantilismo insultante.

Por ejemplo, en la década de los setenta Procter & Gamble sufrió el boicot de sus productos al difundirse el rumor de que las trece estrellas de su logotipo eran un homenaje al diablo.

Cuando hablamos o escribimos siempre damos por supuesto que el receptor posee cierto conocimiento de la situación a que se refieren los comentarios. El proceso de comunicación se eternizaría si hubiera que explicarlo todo a partir de nada. Pero precisamente de eso se aprovecha el mentiroso: considera que lo que él inventa o exagera, son hechos incuestionables y aceptados por todos.

Hay otras operaciones de manipulación informativa que se utilizan sin rubor, como las supresiones, las adiciones y las deformaciones.

La propaganda siempre recurre a lo irracional, a la propensión tan humana a creer en la realización de los sueños, al odio desmesurado por el enemigo, al mito del jefe, al desplazamiento de los afectos y del odio.

Geometría euclidiana. Proporción áurea es aquella en que la relación entre el mayor y el menor es igual a la que hay entre el mayor por un lado y la suma de mayor y menor por el otro. También se llama proporción divina.

Sabemos que el blanco es el no color, luz total que se difunde, es el día, la suerte y el nacimiento, aunque en el oriente sea el color de la muerte. También es paz, claridad, transparencia, infancia, alma, divinidad, armonía, pureza, refinamiento.

Al entrenador que se atrevió a palmear los hombros nevados de caspa del mejor club de fútbol del siglo XX y conducirlo hasta el umbral del siglo XXI, la comunicación colectiva lo ha destrozado del mismo modo que los rivales han machacado impunemente a su jugador más asombroso. A los dos les han partido la cara en repetidas y memorables ocasiones en que defendían hasta el agotamiento a quien le paga la soldada. Lusos ilusos.

San Pantaleón de Losa5Dicen por ahí que el dios Lug cocinaba en una caldera pócimas para curar a los enfermos y resucitar a los muertos en la batalla. Es, por lo tanto, un dios médico y alquimista. Me da en la nariz que esta vez ni siquiera sirviéndose de la proporción áurea conseguirán encuadrar artísticamente el linchamiento que han perpetrado. Pero quizá aún estemos a tiempo de reunir los miembros despedazados del gran luso iluso y echarlos a la caldera de Lug.

El mejor club de fútbol del siglo XX va a quedar en las manos de un guardavallas chancletero, de un defensor de cerebro escaso y de un puñado de vengativos periodistas. Si Lug no lo remedia, claro está.

Esta entrada fue publicada en Comunicación y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario